Mi
padre pone todos los años una hucha para ahorrar y comprar los regalos de
Navidad de Lola. Recuerdo que un año, cuando apenas tenía cuatro, le contamos
que los Reyes Magos se habían pasado a recoger el dinero y que nos tuvieron que
despertar para que le ayudásemos a abrir la lata.
Sus
ojos se hicieron grandes, más aún detrás de sus gafitas rosas, su respiración
profunda y su sonrisa gigante. Su inocencia dijo: ¡Pero si los reyes tienen
magia! Y mi padre contestó ¡Pero no tienen abridor! Todos reímos. Mucho.

Lleva
tu mano a su mejilla, cierra los ojos y dale un beso. Luego mírale, sonríe y
abrázale centrándote en lo que estás haciendo. Se dicen muchas cosas sin mediar
palabra. Y alrededor de todo eso comprobarás que funciona. La magia existe.
Regla María Gómez Tejada