lunes, 21 de mayo de 2012

Coste y valor. El anillo de Angelina Jolie


De mis clases de marketing en la Universidad siempre se me quedó fijado en la memoria el concepto de valor y precio.

El precio es lo que cuesta, es cuestión de números objetivos. Sin embargo, el término valor es mucho más subjetivo porque se asocia a lo que te suma socialmente el producto: prestigio, clase, elegancia, poder, clase social, etcétera… es lo que significa. No es lo mismo tener un Proche que un Skoda Fabia…jilipolleces (hablando feo),   los dos me llevan y me traen.

Y toda esta reflexión me ha abordado porque Angelina Jolie lleva un anillo de compromiso de 200.000 euros que ya los quisiera para mí, para comprarme un hogar que a día de hoy es un lujo, y no tener que donarle mi tranquilidad al banco.



Comentaba un amigo que si yo tuviese ese nivel de ingresos pues probablemente no me compraría un anillo en el chino y…¡me ha entrado miedo! ¿Sabes por qué? Porque a mí me aterra pensar en tener una vida tan vacía que busque rellenarla con cosas materiales (y que conste soy viciosa confesa de la ropa y los complementos) 

¿No os ha pasado que os habéis sentido tristes y habéis ido a comprar cosas? ¿Soluciona eso algo? Pues no, así no sientes ni satisfacción y felicidad. Hemos perdido el norte de las cosas que verdaderamente importan, ésas que llenan tu vida de momentos simples pero reconfortantes y gratificantes.

Yo, que dedico parte de mi vida laboral al marketing, sé que el valor de algo no está en lo que cuesta monetariamente ni en parecer, que vende más, sino en ser y sentir.

Se me viene a la cabeza un pequeño reloj en forma de colgante vintage y de caperucita roja, que me compraron mis padres el otro día en la feria porque ando apretadilla con los gastos de la mudanza y querían darme un capricho.


  • ¿Valor? Cariño, amor, protección, respaldo, no marca la hora, marca un momento
  • ¿Coste? Doce euros
  • ¿Seré entonces más infeliz? ¿Vale menos el cariño de mis padres que el de los ricos?

No, no quiero ni la vida ni el dinero de Angelina Jolie, me encanta la mía. Si alguna vez gano mucho dinero y mi novio del futuro me regala un anillo así de caro (demasiado suponer, sí)  por favor, pegadme un tirón de orejas.

Prefiero un anillo de plástico, en lo alto de una noria con la compañía de las estrellas y un grito de amor en el cielo. Eso sí es para siempre. No quiero olvidarme de que son los momentos y las cosas simples las dejan grandes huellas en el corazón. De todo lo demás se puede prescindir.

domingo, 6 de mayo de 2012

Arriesga ¿te atreves?




Si supieses que mañana vas a morir ¿qué harías hoy? Sí, así de perpleja, y sin palabras (pese a mi verborrea habitual)  me quedé yo cuando un buen amigo me planteaba la pregunta mientras cenábamos y divagábamos sobre la vida.

Resulta que en una charla de Fernando Botella le habían contado que hay estudios con enfermos terminales que desvelan que haríamos todo lo que no hemos sido capaces de hacer por miedo o por circunstancias: viajar, vivir aventuras, amar, emprender, disfrutar y en definitiva arriesgar más.

Y es que nos ha tocado protagonizar una generación entrenada para el éxito, para comprarte una casa, casarte antes de los treinta, tener una familia, un coche y un buen trabajo, que para eso nos hemos formado a conciencia. Pues resulta que no, que las circunstancias son otras, y que se ha generado una sociedad donde va sumando terreno la frustración porque no somos capaces de asumir el fracaso.

Y digo yo ¿qué pasa si fracasamos? ¿Dónde queda la satisfacción de haberlo intentado? Como no nos vamos a morir mañana (o eso es lo que esperamos) nos vamos a caer, nos haremos pupita y luego a levantarse con la experiencia del camino recorrido, y más tiempo para volver a intentar lo que queremos. Porque la vida no es una línea recta, tiene sus altibajos y son todos maravillosos y necesarios, porque para aprender hay que perder y porque sí, porque es mucho más apasionante salir a buscar aquello que nos hace felices que simplemente contar con que nos va a ir bien.

Dice Jorge Rubín, que es otro de mis gurús, que a los seres humanos nos viene mal acomodarnos. Tenemos que aspirar a ser culos inquietos capaces de imaginar, de crear, de intentar nuevas cosas, adaptarnos a las realidades que nos presenta la vida y acercarnos, como bien me dijo una vez, a aquellas personas que suman en tu vida, que te enseñan y que te aportan.

Entonces ¿qué hacemos? Pues retarnos constantemente, plantearnos objetivos en el trabajo, en la vida y en el amor e ir a por ellos sin esperar por supuesto, como pasa habitualmente, a que el cambio venga de hoy a mañana, porque además somos caprichosos, impacientes y enemigos del esfuerzo. 

Comienza a sembrar a evolucionar, cáete, levántate y un día, sin que entiendas por qué, y tal y como me contó Rafael Aguilar, todo comenzará a salirte bien sin que el resultado sea fruto de la suerte, sino de tu trabajo, tu lucha y tu constancia.

¡Ah! Y añado yo algo que le contesté también a este amigo mío cuando me dijo que aún soy joven para encontrar al amor de mi vida. El amor de mi vida soy yo, me quiero tanto que me esfuerzo por ser feliz y por hacer especial cada uno de los días de mi existencia, para que merezcan la pena recordarlos. Quiérete, quiérete mucho y atrévete, así se empieza el sendero. 

Me da miedo morirme mañana sin haber sonreído hoy, por eso prometo, que en esta etapa emprendedora de mi vida el miedo no me va a paralizar,  me va a empujar a conseguir mis objetivos y sobre todo me comprometo a no enfadarme conmigo misma si me equivoco, si no es lo que había planificado o si hago algo que no está a la altura de lo que los demás esperan de mí. Soñaré con el mañana, pero con los pies en el día de hoy, que precisamente me ha regalado momentos que guardaré  en el corazón para siempre.

Regla María Gómez Tejada