Cavilando, cavilando. Semanas que te atropellan a pensamientos. Las circunstancias, el momento histórico, mis propias experiencias…El miedo se agarra como una garrapata que arranco de mis entrañas sin poder evitar dejar la cabeza dentro y sus irremediables consecuencias.
Los años pasan, y aunque en el
día a día parece que nada cambia, un día miras atrás y te das cuenta de que
todo es muy diferente a lo que una joven idealista había soñado. Lucho contra
mí misma porque de repente falta algo que siempre me había acompañado, no sé
definirlo, pero ya nada es igual, mis piezas están desencajadas, reconozco que estoy un poco cansada. Y entre golpe
y golpe de emociones surge una y otra vez una misma pregunta ¿Cuándo llega el
momento de renunciar a algo en lo que siempre has creído? ¿Cuándo decir hasta
aquí?
Una buena consejera me dijo una
vez que era inasequible al desaliento, afirmación que en aquel momento
interpreté como algo muy bueno, me gusta luchar por lo que quiero, siempre he
tenido las ideas claras….demasiado. ¿Cómo y por qué cambiarlas ahora?
Y últimamente he renunciado a
varias ideas que conformaban el cimiento de mis pensamientos. Yo que pensaba
que las cosas podían cambiar, que formando parte de la política podría aportar
mi granito de arena para acabar con la oleada de oportunistas y rateros que han
gestionado nuestros intereses. Creí que era posible que la ciudadanía dijera ¡basta
ya! pero es que somos demasiado cobardes y conformistas como para hacer los
sacrificios que todo eso implica.
Y asisto impasible a una clase
política que no es capaz de ver que primero hay que mirar hacia adentro antes
de poner en marcha ningún cambio, una clase política en la que priman las
siglas, el enriquecimiento personal y las ansias de poder. Gentuza que no pasea por la calle y ni se empapa del dolor cotidiano, de la necesidad ajena. ¡Qué pena!
Tema muy distinto es, pero parte
de esta crisis de valores, la visión del querer humano. Una etapa en la que cuesta
tanto dar un abrazo, acercar tu mano a un hombro, sentir calor. Ahora importa
más tener que que ser, follar que amar. Y yo que lo veo todo tan distinto me
indigno y me frustro porque un día creí en el amor, en la lealtad, en un
proyecto de futuro pero sobre todo en las personas. Me he empeñado mucho en
intentar indagar buscando esencias que no huelen a lo que yo pensaba que
simplemente no comparten el mismo vivir que yo. Renuncié ¿y ahora qué? ¿Asumo las reglas de este nuevo juego?
Detrás de este texto hay mucho más
que me hace preguntarme ¿En qué desembocará todo esto? No tengo la menor idea, sólo sé que
este cúmulo de emociones desordenadas auguran un cambio, lo sé, lo siento,
lo presiento.
Eso sí, al margen de las heridas
de guerra que te va dejando la vida quiero, deseo y lucharé por no perder la
esencia de esa niña soñadora y optimista. Renunciaré a muchas cosas, pero a lo
irrenunciable no. Y sueño con seguir haciendo pompitas de jabón para convertir en magia momentos cotidianos.
Regla María Gómez Tejada
Si quieres abundancia para ti consíguesela a los demás. No espere peras del olmo, el olmo da Sámara. No dejes nunca de soñar, porque todo lo que pensamos es el resultado de nosotros mismos.Los cómos son el dominio del universo. Este siempre conoce la forma más rápida, más acelerada y más armoniosa entre tú y tu sueño.
ResponderEliminarGrande!
ResponderEliminarMuchos besos